LAURA BARRÓN

PERIPHERY fue inicialmente concevido durante un intercambio de residencias artísticas entre fotógrafos y escritores canadienses y mexicanos en Mérida Yucatán y en El Centro Banff en Alberta. El trabajo que resultó de esta experiencia se presenta en dos partes: un proyecto fotográfico y un libro de artista "Catedral", en los que se explora la experiencia del viaje. Influenciado por dos desastres naturales; el primero provocado por el huracán Isidore en la península de Yucatán en 2002 unos días antes de la residencia en Yucatán. Y el segundo, los incendios que se extendieron a través de los bosques del Sur de la Columbia Británica y Alberta unos días antes de la segunda parte de la residencia en el Centro Banff en el otoño del 2003. El libro de artista “Catedral”, fue una colaboración con el escritor canadiense José Teodoro. El libro está construído en formato de acordeón, mide 15 cm de alto x 3 mts de largo y fue publicado en el 2005 con el apoyo del FONCA-CONACULTA. Fue diseñado para su publicación por Analía Solomonoff.

 

 

Cathedral, 15 cm x 3 mt

Catedral, imágenes de Laura Barrón/texto de José Teodoro

011. Manejamos de Ticul a Mérida, a lo largo del asfalto cocido y contra el crepúsculo en un Nissan rentado, a través del sexual aliento de albahaca.  086. Volamos de Edmonton a Victoria en el sonido de pastillas, plástico y papel.   023. Manejamos de Mérida a Campeche en el mismo coche que antes, pasando un lugar llamado Poc Boc, las agujas del medidor de gasolina riéndose.   007. Avanzamos por la calle 55 para atracar en la Cafetería el Edén, sus traslúcidos muros azul verdoso, sus costales de café y sus goteras apocalípticas.   321. Cruzamos en ferry de Tsawwassen a Swartz Bay para ensayar en secreto un desaire a la continencia, al decoro y escapar.   199. Estamos caminando perdidos en el desierto de San Luis Potosí, nuestra conciencia embebida por el calor fluyendo direcciones sin rumbo bajo los tallos marchitos de la gobernadora.   030. Vamos en autobús de Mérida a Progreso para ver a los viejos camiones sacudir las banquetas en un invisible horizonte pardo.   008. Trastabillamos de la casa abandonada a los carniceros nocturnos con sus botas de plástico blancas, sus bigotes de insignia, sus cerdos suplicantes, sus canciones de amor monotemáticas y la perra embarazada que me ve como si supiera que yo soy el extranjero.   029. Subimos por las escaleras de madera a la azotea monolítica color terracota de la catedral situada a la orilla de los niños mimificados por sonido de los disparos, una inválida campana de liglesia y uan vieja banda ranchera conjurando profecías frente a un porche minetras el fuego de la cocina hace señales invisibles para llamar a la cena a través de las enredadas sombras de la jungla color caqui.   200. Miramos con nuestras rodillas temblorosas la línea de chivos entre los árboles, a través de un filtro de espinas de cactus, con ralámpagos fantasmales imponiendo una distancia frente a nosotros.   017. Manejamos hasta el final del camino cercano a Telchac Puerto, tan lejos cmo nos permite e asfalto levantado, arrastrado y consumido por el huracán y las minas de sal tiñen de rojo los lagos, los lagos que manchan las aves quienes manchan el cielo.   102. Estamos separados en terminales, rasguños del expediente del crepúsculo, venas estalladas de la máquina de escribir, tazas de café de polietileno, albercas públicas vacías, antorchas inactivas, vidrios rotos y tonos telefónicos, el arco de la mejilla en el horizonte de la palma de la mano.   140. Corremos en sueños, nuestras espaldas ardiendo en la nieve, de aquellos a quienes hemos abandonado, aquellos a quienes hemos arrollado con el amor, los coleccionistas, los segadores, la campana de la muerte del pasado.   092. Somos objetos a la deriva a 35,000 pies en el aire, en la oscuridad del aire acondicionado más allá del tiempo tangible.   322. Estamos durmiendo en el estruendo constante del pavimento agrietado.   024. Somos sombras en el mar.

 

Traducción: Salvador Alanis